
¿Por qué hay que morir? Esta pregunta resonaba en mi cabeza de vez en cuando durante prácticamente toda mi vida: en los momentos de ocio, mientras me ejercitaba o pensaba en algún difunto; incluso recuerdo la primera vez que caí en cuanta que iba a morir, sentado en la banca de la iglesia junto a mi madre mientras el sacerdote terminaba el sermón del domingo… tengo que admitir que en ese momento mi primera reacción fue de pánico, pero bueno era muy joven y la sola idea de atravesar una puerta oscura hacia “lo desconocido” me aterró en el momento.
Entrado en años y durante estos momentos de ocio intenté darle una respuesta a la pregunta en vez de hacerla. Me parecía un mejor acercamiento; cuando uno está viejo la idea de un final se vuelve más cercana.
Un día un poco cansado de caminar por un parque en una bellísima tarde de abril decidí sentarme en una banca, frente a un lago, un pato se mantenía cerca de la orilla y dos cines cruzaban a lo lejos, en el fondo. En forma de un gran invernadero se hallaba un café que, para la hora y el día, se veía bastante lleno, absorto en la imagen regresaron a mí estos pensamientos.
—Hermosa tarde— intenté disimular, pero el sobresalto había sido tan grande que los lentes se me había desacomodado —Oh que pena, ¿te asusté?— me dijo la joven sentada a mi lado, de una contextura menuda, con pelo largo hasta la mitad de la espalda, castaño muy claro, su cara era angular pero pequeña con ojos grandes, claros, no verdes o azules, eran como ese tornasol caramelo, que tal vez era producto del sol de la tarde, llevaba una camiseta blanca, un abrigo largo abierto de lana beige, unos jeans y unas zapatillas negras, ambos gastados.
—Solo un poco querida, no hay cuidado, solo no te sentí llegar— mentía, estuve a punto de caerme de la banca. —Lo lamento, es una reacción que consigo de algunas personas, no logro evitarlo— tenía una voz bastante serena, no acorde a la edad que aparentaba.
—Sobre lo que te estás preguntando realmente todo es un juego— me dijo la joven, repasé rápidamente mis últimos 5 minutos y traté de recordar si había pensado en voz alta, a estas edades era totalmente posible, pero antes de que terminara de entender lo que me decía continuó —De nuevo me tengo que disculpar, no me he presentado, soy La Muerte— intenté reaccionar pero quedé pasmado.
—No es necesario que te presentes, he estado tanto en tu cabeza que siento que ya nos conocemos, justo por eso estoy aquí darte algo de claridad— terminó con una sonrisa, sus dientes eran blancos y parejos. —Una buena charla está bien, solo se trata de eso o ¿terminaré yendo contigo?— los dos nos reímos… pero, no hubo respuesta.
—Cómo te decía es un juego, como el gato y el ratón, sabés que vas a ser cazado, no hay escapatoria, si te parece macabro entonces podés verlo como un coqueteo donde al final vas a quedar embelesado, un estirar y aflojar; como lo quieras ver, el final siempre es el mismo te liberarás del envase, ese es más o menos mi trabajo— terminó la frase con un tono irónico.
—Entiendo, pero eso no responde mi pregunta— le dije. —Lo sé— contestó casi al unísono conmigo —Siempre has sido igual, “la foto completa”— me guiño el ojo. —Los años me han enseñado que todo depende del contexto—, le devolví el gesto con una sonrisa.
—La única posición real en este plano es tu cuerpo, ni siquiera es la vida en sí, porque al final es solo un préstamo por un tiempo definido entonces realmente no es completamente tuya, pero ese cuerpo sí, es un simple pero maravilloso envase de un trozo de divinidad, al final eso es lo que sucede, te despojo del envase— terminó de hablar y nos quedamos en silencio observando al pato que intentaba salir del estanque con cierta dificultad pero a la vez con mucha gracia.
—Qué tal si una parte muy pequeña se queda aquí solo para ver que pasa, tal vez solo una muy pequeña, me gusta pensar en eso—le dije, ella soltó una carcajada.
—Eres un caso irremediable.¿Acaso aún tienes miedo a las puertas oscuras?— me dijo con mirada pícara. Se levantó y estiró sus brazos, de pie frente a mí la pequeña figura generaba una sombra suficiente para cubrirme y noté que la tarde se ponía fría.
Me miró fijamente como si me estuviera analizando—El problema con el miedo es que es el sentimiento más difícil de superar porque se termina apoderando de ti, incluso sin que uno se dé cuenta, el mejor aliado del miedo es el desconocimiento, y eso desde mi percepción es una falla del diseño— hizo una breve pausa y con un tono algo más solemne continuó, — Si tuvieras una taza de café que no se acabara, por más exquisito que sea, no la disfrutarías, porque siempre estaría ahí, la fecha de caducidad nos ayuda a darle valor a lo que está en el envase—. Ambos nos miramos en silencio por unos segundos.
Después se dio media vuelta —Iré por un café— dio tres pasos y se detuvo, se volvió hacia mí y me dijo: —Creo que deberías acompañarme— Yo le sonreí, lo dudé por un momento, pero decidí irme con ella.smiled at her, hesitated for a moment, but decided to go with her.