Señor Sí 1

No me di cuenta cuando se sentó a mi lado en la barra, pero cuando mi tercer whisky se terminó, él me ofreció otro. Era un hombre de esos, de los que sabes que son encantadores sin siquiera hablar, de sonrisa amplia y ojos de un azul cobalto casi sobrenatural, de esos que te generan confianza. 

—¿Qué pasa amigo? ¿Estás bien? ¿Sí?— me dijo con una voz acaramelada y algo aguda, no pude evitar sentir el efecto contrario a su sonrisa. —No te veo bien, no nos conocemos, pero soy bastante observador. Es por eso que este whisky lo invito yo, ¿sí?, venga brindemos por las noches de verano— un tímido “clink” y una sonrisa forzada de mi parte acompañó a un amplio trago de mi compañero de al lado. 

—Gracias, señor…—Sí—me interrumpió, —Soy el señor Sí—. Estaba demasiado mareado para discutir sobre el extraño nombre y el tic que tenía al hablar. —Le agradezco whisky pero hoy no tengo ganas de hablar—.

—Mi querido amigo, no tiene que hablar, sí, tal vez le guste escuchar ¿sí? Me gustaría contarle de mi gato, ah maravillosa criatura, sí, la mejor compañía, un cariño incondicional, tantos buenos recuerdos. Sí, fue un regalo, es mío desde que era muy pequeñito e indefenso, la verdad lo llegué a considerar en algún punto la mejor compañía. Sin embargo, hace un par de meses, empezó a maullar de noche, no me dejaba descansar, era una constante tortura, sus hábitos cambiaron, rasgaba todo lo bueno en mi casa, mis pertenencias, sí, no se puede permitir, entonces hoy tomé la decisión de matarlo, le administré veneno y todo acabó. Pobre gato, lo más curioso es que con tan poco se pueda matar lo que uno amó en algún momento y a la vez lo que más le fastidió, sí, fue la mejor decisión—El comentario me dejó desconcertado, no supe qué responder, es extraño sentir frío en el cuerpo cuando se toma whisky.

—Dígame amigo ¿qué le molesta? ¿por qué simplemente no se deshace de eso? ¡Sí! Como se acaba un trago, como yo con mi gato—. De nuevo y como reflejo le ofrecí una sonrisa forzada, me despedí y salí de ahí tan rápido como pude. 

No hay nadie en el autobús y no dejo de pensar en el Señor Sí. En sus palabras, en el veneno y la muerte, todo puede acabar tan rápido, al final el whisky solo había calentado mi rabia, el descontento y la impotencia. No me siento bien, me bajo dos calles antes y en un callejón vomito. Al fondo solo me observa un perro rabioso y escuálido comiendo lo que parece el cadáver de una rata. 

Subo las escaleras, frenético y fuera de mí mismo busco en el cajón de la alacena, el metal frío choca contra mis manos hirviendo. Me recuesto en la oscuridad de mi cuarto, el ardor de todo mi cuerpo empieza a desaparecer y como una transferencia de calor a frío, de seco a húmedo, mis sábanas se tiñen poco a poco de un pesado rojo cobrizo, y justo antes de quedar inconsciente, en medio entre mi acuosa visión, sentado junto a la ventana, un espectro observa como me desvanezco, de ojos azul cobalto, asiente y después sonríe.

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