
El señor Grillo salía todos los días sin demora a las 5:30 de la tarde, vestido de frac, con la mayor elegancia y solemnidad. A él le correspondía dirigir el inicio de la orquesta nocturna, un privilegio bien ganado debido a su fama, disciplina y trayectoria como músico. Esto lo había hecho prosperar y después de su exitosa carrera, había adquirido su casa que era su orgullo. El señor Grillo vivía en el tronco de un árbol muerto de cedro, el más grande, cómodo y bien ubicado árbol de todo el bosque.
—Señor Grillo, qué privilegio verle esta tarde—dijo la avispa justo a las afueras de la imponente entrada del árbol. —Espero que esté muy bien esta tarde señora avispa—contestó con recelo el señor Grillo, ya que era bien sabido por todo el bosque que las avispas solían ser muy oportunistas y muy interesadas. —Déjeme acompañarlo camino a su recital nocturno, y aprovechar esta linda tarde para hacerle una propuesta que estoy segura le va a encantar—el semblante de desagrado y desinterés del señor Grillo no cambió. Completamente mortificado le dijo—Verá usted señora Avispa, me encuentro con apuro y sin afán de pasar ningún límite, apegado a mi muy reconocida modestia, dudo que usted pueda ofrecerme algo que realmente despierte mi curiosidad—.
La avispa con un falso encanto continuó—De todas las criaturas de este bosque los alados tenemos un encanto especial, somos capaces de llegar y ver lo que los demás sueñan. Entre estas maravillas está el amanecer, no hay privilegio mayor que darle la bienvenida al alba. Señor Grillo, es usted famoso por su inmejorable música, sé que ahora dirige la orquesta nocturna pero ¿No extraña usted el protagonismo en el escenario?, usted bien sabe que el escenario último son las copas de los árboles imponentes sobre todo ser vivo—. El señor Grillo paro su andar en seco—¿Me está diciendo que alguien quiere que cante en un solo al alba?—dijo con sus dos ojos bien abiertos —No alguien, ¡Todos!— dijo con voz mística la avispa.
—Yo solo fui enviada, de parte de los míos a extenderle la invitación. Lo esperamos en dos días, al amanecer, en el árbol más alto del bosque, donde el escenario será suyo—al terminar la oración abrió vuelo. No se puede decir que esa noche y las dos que siguieron fueron las mejores para la orquesta nocturna que dirigía el señor Grillo, su concentración se encontraba en otro lado. Lo que sí era una realidad era la excelente acústica de su enorme y bella casa en la que se escuchaban los ensayos exhaustivos que lo tenían ocupado todo el día.
Al llegar el alba del segundo día, el señor Grillo calentó sus cuerdas temprano y se dirigió al árbol más alto del bosque. En la rama más alta la avispa lo esperaba con una sonrisa—no habrá mejor bienvenida al alba, el escenario es suyo—señaló el podio y el señor Grillo se colocó con total respeto. Halagado y conmovido, inició su fino canto en punto a las 5:15 de la mañana. A los pocos minutos, en un parpadeo, el señor Grillo desapareció. Un ave alertada por su música lo arrancó de la rama y de un mordisco lo devoró.
Las avispas sin embargo, les contaron a los nuevos vecinos de su nido en el viejo y majestuoso cedro, que fue tan hermoso el canto del señor Grillo, que la misma mañana lo elevó a donde permanecía con los de su clase, a las mismísimas estrellas.