
Había un ratón en un mundo de ratones, donde todo era igual.
—¡Qué aburrido estoy!—dijo el ratón. Para variar, cambió su camino y se topó a un gato. El gato vivía en un mundo de gatos donde todo era igual.
El gato se emocionó, en su mundo de gatos sabía qué hacer y aunque todo seguía igual, ahora tenía un ratón, y decidió jugar. El ratón volvió a su casa golpeado, doliente y aturdido.
—Estoy vivo—dijo el ratón, lo que para el gato fue un juego para él fue caos y persecución.
Al día siguiente, el ratón sabía por dónde irse para evitar al gato, pero el ratón vivía en un mundo de ratones, donde todo era igual, y de repente sintió varias cosas que no había sentido antes. Toda una gama de nuevos sentimientos, desde excitación hasta miedo, así que decidió doblar a la derecha y toparse al gato. El gato feliz sonrió, estaba ahí como si estuviera esperándolo.
Golpeado y aturdido el ratón volvió una y otra vez; en su mundo monótono huir del gato era peligroso pero emocionante, era todo lo que conocía, hasta que de nuevo todo se volvió igual.
El gato era feliz, al igual que el ratón sintió muchas cosas. En su mundo de gatos sabía qué hacer, hasta que un día todo de nuevo era igual. Ese día, el gato mató el ratón.